O tal vez no es evitar lo doloroso, no es cerrar los ojos a la realidad, es creer que no es imposible, creer que merecemos algo, o que no lo merecemos (no todo es cuestión de merecer, el término a veces me parece bastante absurdo) pero aún así lo queremos, es saltar al vacío, sin red, sin paracaídas, temerosos pero al fin y al cabo en caída libre.
La incertidumbre puede ser esta fogata que siempre contemplamos aunque nos resulte incómodo, sabemos que en algún momento tenemos que hacer algo al respecto, nadie más puede hacerlo… No importa cuánto tardamos en decidirnos, no es “ojos que no ven, corazón que no siente” puede que sea mejor tener los ojos muy abiertos, aunque duelan, aunque lloren... Ya que esas lágrimas son las que nos ayudarán a apagar el fuego.